Alquileres vacacionales en Adrados

Adrados es un pequeño pueblo de Segovia, de esos con casitas de piedras blancas que aún guardan ese carácter de auténtica aldea castellana. Si tienes ganas de una escapada rural, es perfecto para montar tu campamento base y lanzarte a explorar las rutas de Tierra de Pinares y las cercanas Cuéllar y Medina del Campo. Si te va la ornitología, tienes a un paso el observatorio de aves de Lastras del Cuéllar. Y, como corresponde a toda visita que se precie a Castilla y León, no te pierdas la gastronomía de la tierra, con los corderos asados más tiernos de la zona y alguno de esos vinos que tanta fama le dieron al pueblo antaño ¡y que se están recuperando ahora en viñas centenarias!

El clima de Adrados es el típico de Castilla, con inviernos fríos y veranos calurosos y secos. Las temperaturas en julio y agosto son las más altas, con medias que se quedan cerca de los 30 ºC de día, aunque tiene esas noches castellanas tan agradecidas en las que pueden caer hasta los 15 ºC. Puedes pasar el día refrescándote a la sombra de los pinos o en las piscinas públicas de algunos pueblos cercanos. En invierno, las temperaturas más frías pueden rondar los 6 ºC de día, y por las noches suele haber bastantes heladas, así que recuerda alimentar bien el fuego de la chimenea.

Las ermitas de San Roque y San Benito

La iglesia principal en el pueblo es la de la Natividad de Nuestra Señora, pero, si te gusta la historia, te harán más gracia las dos ermitas románicas. Por desgracia, la de San Benito está en ruinas, pero la ermita de San Roque se conserva bastante bien y es muy querida por los habitantes del lugar.

Un buen plato de lechazo churro

Si hay algo típico en las tierras de Segovia son los asados y, si a la comarca de Adrados se le conoce como «la churrería», será por algo. Un lechal asado con un vasito de vino de la tierra es perfecto para que te sientas un castellano de tomo y lomo, al menos por unas horas.

La olma centenaria y la encina milenaria

La olma es uno de los emblemas de Adrados. Se secó hace unos años y el artista Félix Arranz, nacido en el pueblo, talló unos dibujos que hoy decoran el tronco en su nueva ubicación. Hay otro árbol más antiguo, al que también tienen mucho cariño los adradenses: la encina, que aún conserva un gran vigor y a la que los habitantes llaman «la mocha».